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“Sin evaluación honesta, el error se repite con otro nombre.”
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La evaluación es el eslabón más incómodo y, a la vez, más necesario del liderazgo. No evaluar —o hacerlo de forma complaciente— condena a repetir errores. La evaluación honesta no busca culpables, busca aprendizaje. Exige datos, autocrítica y disposición a reconocer límites. Cuando el poder evita evaluarse, se protege a sí mismo y perjudica al sistema. Gobernar con seriedad implica medir lo hecho, distinguir aciertos de fallas y ajustar con evidencia. La rendición de cuentas no debilita al liderazgo: lo madura.
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“Evaluar para no volver a fallar”
Toda gestión deja luces y sombras.
La diferencia entre un liderazgo responsable y uno mediocre está en la capacidad de mirarse sin autoengaños. Evaluar con honestidad permite mejorar políticas, fortalecer instituciones y recuperar confianza.
La evaluación no es un trámite final; es una herramienta de gobierno.
| La otra cara |
“La autocelebración estéril”
Cuando la evaluación se convierte en propaganda, pierde sentido.
Los informes complacientes esconden fallas y alimentan decisiones erradas. El resultado es un sistema que no aprende.
“Autocrítica que fortalece”
Reconocer errores no resta autoridad; la consolida.
La autocrítica basada en datos ordena el futuro.
Evaluar bien es gobernar mejor la próxima vez.
AFORISMOS
1. Sin evaluación honesta, el error se repite con otro nombre.
2. La autocrítica es una forma de responsabilidad.
3. Gobernar también es aprender.
4. Medir resultados protege al futuro.
5. La evaluación madura al liderazgo.
PROPUESTAS
• Evaluaciones técnicas independientes de políticas clave.
• Indicadores claros y públicos de desempeño.
• Informes de cierre con aciertos y fallas explícitas.
• Incorporar lecciones aprendidas en nuevas decisiones.
• Cultura institucional que premie la mejora continua.